martes, 12 de abril de 2011

Antes de ayer

(Esto es solo una reflexión a modo de “desahogo” y espero puedan disculparme todos aquellos y aquellas que se sientan de algún modo ofendidos. No es más que una opinión escrita, posiblemente, tras un mal día. Sin más, pido disculpas y vuestros reproches.)

Antes de ayer me desperté con muy pocas ganas de un domingo más. Con muy pocas ganas de llegar a la iglesia y empezar la gran celebración dominical de alabanza y adoración con los mismos “parroquianos” (valga la palabra) de siempre. Con muy pocas ganas de hacer nuevamente un esfuerzo para apartar de mi mente las carencias de mi iglesia y centrar todo mi ser en Dios…
Mi mujer estaba abrazada a mí en la cama cuando sonó el despertador a las 9:00am. Siempre suelo retozar unos minutos antes de salir de la cama, y ayer no iba a ser distinto. Mientras mi mujer dormía, mi hijo Samuel se despertó y me miró desde su cuna, situada junto a mi cama. Al instante miró a su madre y lanzo un pequeño gritito, a modo de llamada, para que lo cogiéramos. Su madre lo sacó de la cuna y lo puso en medio de nosotros y empezó a jugar conmigo, cogiendo mi nariz, mi mano, riéndose… y el retozar se alargó algunos minutos más. A las 9:30am decidí levantarme y empezar a reunir los ánimos y las ganas para ir a la iglesia esa mañana. Mi amada mujer preparó el desayuno para Samuel mientras yo me vestía. Eran las 09:45am. No tenía tiempo para desayunar y salí de la casa dando un beso a mi hijo y a mi mujer que se quedarían allí hasta que yo volviera de la iglesia para ir juntos a pasear antes de comer. Mientras bajaba las escaleras, al pasar por el primer piso, escuche el reloj de comedor de la vecina. Acababan de dar las 10:00am. Mientras bajaba pensaba en mi mujer y mi hijo… a Samuel le encanta jugar conmigo por las mañanas en la cama y entre semana no puedo hacerlo. Siempre aprovecho el sábado porque a veces el domingo se despierta más tarde y ya no me encuentra en casa. A mi esposa le pasa lo mismo. Le encanta pasar un rato junto a mí por las mañanas, hablar juntos, esperando a que se despierte Samuel, desayunar juntos un buen café con leche y tostadas… sólo puedo complacerla el sábado.
Tengo un compromiso con Dios y con mi iglesia. Es mi responsabilidad que los miembros de mi iglesia puedan alabar a Dios con música. Lo curioso es que para mí, compromiso no es sinónimo de obligación. Disfruto alabando y adorando a Dios y viendo como mi iglesia eleva su voz en alabanza. Me recarga las pilas para toda la semana y es una necesidad de mi espíritu.
Once de la mañana, después de 45 minutos de ensayo del grupo de alabanza, nos disponemos a empezar el culto con 6 personas. Un total de 11 contando el grupo de alabanza. Todo el ánimo que había conseguido acumular durante la mañana y sobre todo durante el ensayo del grupo de alabanza, se derrumba al ver la iglesia con más del 75 % de los bancos vacíos. Gracias a Dios, mi fe en Cristo no depende de cuantos bancos se llenen ni de cuantos alaben su nombre, pero lo cierto es que desmoraliza mucho comprobar cada mañana, que no hay un compromiso fiel para alabar a Dios cada semana con aquellos a los que nos ha hecho sus hijos. Y desmoraliza aún más cuando has visto esa iglesia repleta, llena hasta los topes de cristianos y cristianas adorando a Dios y alzando sus voces en alabanza. ¿QUE ESTÁ PASANDO?
La gran mayoría de domingos realizo un pequeño sacrificio dejando a mi mujer e hijo en casa mientras yo voy a la iglesia. Yo lo considero mi particular “sacrificio de alabanza”. Es duro ver como tu familia “carnal” ansía durante toda la semana pasar un domingo en familia (valga la redundancia) y al llegar ese domingo sus ojos se apagan al verme salir de casa para pasar un par de horas (para unos cuantos un tiempo excesivo) con mi familia en Cristo. Aun así, hago todo lo posible por ir cada domingo porque considero que paso muy poco tiempo a la semana con mi familia en Cristo. Para algunos y algunas parece que no es tan importante el pasar tiempo con la familia de Dios. Parece que no pase nada si no asisten a la iglesia varios domingos consecutivos. No digo que pueda ser que algun domingo decidamos pasarlo en el campo, en la playa o descansando. Se trata de la importancia que le damos y si tenemos en cuenta el domingo para disfrutarlo juntamente con los miembros de la comunidad cristiana a la que pertenecemos. Si es importante.
El apóstol Juan insiste en el amor de Dios que nos hace entrar en esa familia, dándonos un nuevo nombre y una herencia. Cuando creemos en su Hijo Jesús, muerto en la cruz para expiar nuestros pecados, no sólo somos salvos, sino que llegamos a ser sus hijos, teniendo su propia vida. “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). En la mañana de la resurrección, cuando unas mujeres fueron al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús, lo hallaron vacío. Un ángel les anunció que Jesús estaba vivo. Pero María Magdalena, conmovida, lloró. Entonces alguien se le acercó, y pensando que era el hortelano, ella le dijo: “Si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto” (Juan 20:15). Pero una voz la llamó: “¡María!”. Era él, ¡el Maestro! Y era portador de un maravilloso mensaje: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).¿Formamos parte de la familia de Dios? ¿Podemos apropiarnos de estos versículos?: “Así que ya nos sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo” (Efesios 2:19-20)?

Antes de ayer me desperté con muy pocas ganas de un domingo más… y aunque conseguí reunir las fuerzas y los ánimos para ir a la iglesia con un buen espíritu, me derrumbé al comprobar, un domingo más, la poca importancia que le dan algunos y algunas a esa gran familia de Dios, a la comunión entre hermanos y hermanas en el amor de Cristo. ¿Somos seguidores de Cristo? El pasar un tiempo en comunidad, también es importante, también forma parte del seguimiento de Cristo, también forma parte de un buen discípulo de Jesús…
Dios nos invita cada domingo, a través de Jesús, a participar en su fiesta. A tomar su cena… sus discípulos fueron a esa invitación, tomaron el pan y el vino juntos en un mismo lugar, celebraron su resurrección alegrándose juntos… ¿Somos también sus discípulos?
Hubo un tiempo en el que se me atascaba la voz de la emoción que sentía mi corazón cuando escuchaba a mi iglesia repleta cantando alabanzas al Señor.
Hubo un tiempo en el que la iglesia cantaba con tal pasión que apagaba las voces del grupo de alabanza.
Hubo un tiempo en que se alargaban las predicaciones para gloria de Dios y podía ver como hombres y mujeres tomaban a Jesús como su señor y salvador y oraban en silencio juntamente con sus nuevos hermanos en Cristo.
Hoy grabamos las predicaciones para que puedan escucharlas aquellos que no pudieron venir en su día, y nos preguntamos cuanta gente vendrá a celebrar el domingo de resurrección este año…
Ayúdanos Señor a ser cada día un poco más como Tu.